Terapia para el TDAH

El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es una de las condiciones del desarrollo neurológico más comunes en la infancia y puede tener efectos duraderos que se extienden hasta la adolescencia e incluso la vida adulta. Según datos de los CDC, en 2022 se estimó que alrededor de 6.1 millones de niños en Estados Unidos, entre los 3 y 17 años, habían sido diagnosticados con TDAH. Eso equivale a casi 1 de cada 10 menores en ese grupo de edad.

En muchos casos, los primeros signos aparecen en la rutina diaria: dificultades para concentrarse, comportamientos impulsivos frecuentes o problemas para adaptarse en la escuela, en casa o en entornos sociales. En RenaSer, acompañamos a las familias en este proceso sin recurrir a soluciones genéricas. Nuestro enfoque se basa en entender a cada niño como un individuo único y aplicar estrategias conductuales que sean prácticas, medibles y respaldadas por la ciencia.

En este artículo te explicamos los aspectos esenciales del TDAH: qué es, cómo se manifiesta, cómo se evalúa y cómo la terapia conductual, especialmente el Análisis Conductual Aplicado (ABA), puede ayudar a los niños a desenvolverse con mayor autonomía en su vida cotidiana.

¿Qué es el TDAH?

El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es una condición del neurodesarrollo que afecta la capacidad del cerebro para regular la atención, controlar los impulsos y mantener niveles adecuados de actividad. No se trata de una etapa pasajera ni de una consecuencia de la crianza. Su origen está en diferencias en el desarrollo y funcionamiento de ciertas áreas cerebrales, como la corteza prefrontal y los ganglios basales, que están relacionadas con la planificación, el autocontrol y la toma de decisiones.

El TDAH suele manifestarse en los primeros años de vida. Un estudio publicado en JAMA Network Open reveló que casi el 10 % de los niños estadounidenses entre 3 y 17 años habían recibido un diagnóstico de TDAH, con mayor prevalencia en varones. Sin embargo, también se ha detectado que muchos casos—especialmente en niñas o en comunidades con menor acceso a recursos—no se identifican hasta la adolescencia o incluso la adultez.

Existen tres formas principales de presentación del TDAH, que ayudan a describir cómo se manifiesta en cada persona:

  • Presentación predominantemente inatenta: el niño tiene dificultades para mantener la atención, seguir instrucciones o mantenerse organizado.

  • Presentación predominantemente hiperactiva-impulsiva: hay una necesidad constante de moverse, hablar o actuar sin pensar.

  • Presentación combinada: se observan tanto síntomas de inatención como de hiperactividad e impulsividad.

Si bien los síntomas varían en intensidad y tipo, suelen ser persistentes y poco acordes al nivel de desarrollo esperado para la edad. Por ejemplo, un niño con TDAH puede tener dificultades para permanecer sentado o esperar su turno, incluso en situaciones donde esto es lo habitual.

Es fundamental aclarar que el TDAH no está relacionado con la inteligencia ni con el potencial del niño. Muchos menores con este diagnóstico son creativos, curiosos o enérgicos, pero la manera en que su cerebro procesa la información puede dificultar que aprovechen esas fortalezas en contextos estructurados como la escuela o actividades grupales. Si no se interviene a tiempo, también pueden surgir dificultades en las relaciones sociales, la gestión emocional y la autoestima.

En RenaSer, entendemos que cada caso de TDAH es distinto. Comprender cómo afecta a cada niño es el primer paso para crear un plan de apoyo efectivo. Ese proceso comienza con información clara y continúa con un acompañamiento estructurado que ayuda a desarrollar habilidades prácticas y reducir los desafíos del día a día, tanto para el niño como para su familia.

Síntomas del TDAH

Los síntomas del TDAH no siempre son evidentes ni constantes. Pueden variar considerablemente según la edad del niño, su etapa de desarrollo y el tipo específico de TDAH que presente. En algunos casos, los síntomas se manifiestan a través de una actividad física constante o impulsividad; en otros, las señales son más sutiles, como la tendencia a soñar despierto, la desorganización o la dificultad para terminar tareas. Estas conductas están relacionadas con diferencias neurológicas que afectan las llamadas funciones ejecutivas, es decir, la capacidad del cerebro para planificar, mantener la atención, regular las emociones y controlar los impulsos.

Según el Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos (NIMH), algunos de los signos más comunes incluyen olvidos frecuentes, evitar tareas que requieren concentración sostenida, interrumpir a otros, moverse sin parar o tener problemas para esperar su turno. Estas conductas no se deben a falta de esfuerzo ni a una mala crianza. Más bien, reflejan un desequilibrio en la regulación de ciertos neurotransmisores como la dopamina, que influyen en la atención y la motivación.

Los síntomas suelen hacerse más notorios al iniciar la etapa escolar, cuando se espera que el niño se adapte a una rutina, mantenga la atención por periodos prolongados y respete ciertas normas. Un niño que se levanta constantemente de su asiento, interrumpe la clase o pierde la concentración con facilidad podría ser derivado para una evaluación. Sin embargo, es importante reconocer que algunos niños, especialmente las niñas, pueden internalizar sus dificultades. En lugar de mostrarse hiperactivos, pueden parecer callados, retraídos o ansiosos, lo que lleva a que no sean diagnosticados a tiempo.

Más allá del ámbito académico, el TDAH puede tener un impacto significativo en el desarrollo social y emocional. Algunos niños presentan dificultades para mantener amistades, interpretar señales sociales o manejar la frustración. La retroalimentación negativa constante por parte de adultos o compañeros puede generar sentimientos de fracaso, baja autoestima y explosiones emocionales. Con el tiempo, estas consecuencias emocionales pueden pesar tanto como los síntomas principales del trastorno.

Detectar estas señales a tiempo y contar con un sistema de apoyo estructurado es fundamental. Si no se interviene, los síntomas del TDAH pueden afectar la capacidad del niño para desarrollar autonomía, confianza en sí mismo y participar de forma activa en su entorno familiar y comunitario. En RenaSer, ayudamos a las familias a avanzar desde la incertidumbre hacia soluciones concretas, identificando comportamientos observables y ofreciendo herramientas que promuevan avances duraderos.

Evaluación del TDAH

Diagnosticar el TDAH no se trata de llenar un formulario o aplicar una prueba rápida. No existe un examen de sangre, una imagen cerebral ni una única herramienta que confirme el diagnóstico. En su lugar, el proceso requiere una evaluación completa y cuidadosa, que recoja información de diversas fuentes y en distintos entornos a lo largo del tiempo. Esto permite verificar que las conductas observadas no solo sean persistentes y fuera de lo esperado para la edad, sino que tampoco se deban a otros factores como ansiedad, retrasos en el lenguaje o dificultades de aprendizaje.

Las guías clínicas actuales—como las de la Academia Americana de Pediatría (AAP) y el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), recomiendan un enfoque en varias etapas. Este proceso incluye entrevistas detalladas con los cuidadores y maestros, el uso de escalas estandarizadas para medir la conducta, y una revisión del historial del desarrollo del niño, su rendimiento académico y su comportamiento social. En algunos casos, se complementa con observaciones directas o colaboración con profesionales del entorno escolar.

En RenaSer damos gran importancia a entender al niño en su totalidad, no solo a identificar síntomas aislados. El entorno donde el niño se desenvuelve influye profundamente en cómo se manifiesta el TDAH. Por ejemplo, lo que parece impulsividad en un salón de clases podría estar relacionado con ansiedad en el hogar o sobrecarga sensorial en espacios grupales. Por eso, nuestras evaluaciones buscan construir una visión integral que incluya experiencias del niño en el colegio, en casa y en la comunidad.

Muchos padres dudan en iniciar el proceso diagnóstico porque no saben en qué consiste o temen que el diagnóstico genere estigmas. Es una preocupación válida. No obstante, la evidencia sigue demostrando los beneficios de detectar el TDAH a tiempo. Un estudio publicado en 2023 en la revista Neuropsychiatric Disease and Treatment evaluó a niños en edad preescolar con diagnóstico de TDAH que participaron en un programa estructurado de intervención conductual durante un año. El 58 % de los niños mostró una mejora significativa en sus síntomas, especialmente cuando los padres y maestros colaboraron activamente en el proceso.

Este hallazgo coincide con lo que vemos día a día en RenaSer: cuando se comprende lo que ocurre desde el inicio, es más fácil tomar decisiones acertadas y lograr resultados duraderos. La evaluación del TDAH no busca simplemente “ponerle nombre” a una conducta. Su objetivo es brindar claridad, orientar a las familias y crear un plan práctico para enfrentar los retos. Cuando los cuidadores comprenden el porqué de los comportamientos de su hijo, están mejor preparados para ayudar a construir habilidades, reducir conflictos y mejorar su calidad de vida.

Terapia Conductual para el TDAH

La terapia conductual es un enfoque estructurado y orientado a objetivos que ayuda a los niños con TDAH a desarrollar habilidades prácticas para desenvolverse mejor en su entorno. En lugar de reaccionar a las conductas problemáticas en el momento en que ocurren, esta terapia se enfoca en prevenirlas, mediante el desarrollo de habilidades, sistemas de refuerzo positivo y rutinas consistentes. Para las familias que buscan alternativas sin medicación, se trata de un método respaldado por la ciencia con resultados comprobados.

En RenaSer aplicamos el Análisis Conductual Aplicado (ABA) para abordar los patrones específicos de comportamiento que suelen presentarse en niños con TDAH, como la dificultad para iniciar tareas, controlar la frustración o seguir instrucciones con varios pasos. Todo comienza con una evaluación individualizada que identifica las conductas que más interfieren en la vida diaria. A partir de ahí, diseñamos intervenciones que promueven un cambio duradero, no simplemente una obediencia momentánea.

Las sesiones se llevan a cabo en entornos reales, principalmente en el hogar o en la escuela, donde se presentan los desafíos cotidianos. Por ejemplo, si un niño tiene dificultades para mantenerse sentado durante una clase virtual, podemos ajustar su horario de trabajo, utilizar apoyos visuales y reforzar cada segmento completado. Si el problema son las transiciones entre actividades, enseñamos al niño a reconocer señales y utilizar frases simples que faciliten el cambio.

Lo que diferencia al ABA es su enfoque en la función de la conducta. En lugar de centrarnos únicamente en lo que el niño hace, nos preguntamos por qué lo hace. ¿Está evitando algo? ¿Está buscando atención? ¿Le falta una habilidad? Una vez que identificamos la causa, enseñamos una alternativa adecuada que cumpla la misma función, pero de manera más constructiva. Esto reduce las conductas disruptivas y permite al niño desenvolverse con mayor autonomía.

La terapia conductual también incluye formación directa para los padres. Les enseñamos cómo aplicar en casa las mismas estrategias que usamos en las sesiones, lo que crea una experiencia coherente para el niño. Este paso es crucial, especialmente en casos de TDAH, donde los cambios de rutina o de expectativas pueden afectar el progreso. Con la capacitación adecuada, los cuidadores aprenden a responder con calma, reforzar las conductas positivas y manejar los momentos difíciles con mayor seguridad.

Los estudios siguen respaldando este enfoque. La investigación mencionada anteriormente evaluó a 86 niños en edad preescolar con TDAH que recibieron intervención conductual durante un año. Más de la mitad mostró mejoras significativas en sus síntomas, sobre todo cuando los padres y maestros aplicaron las estrategias de forma constante en todos los entornos.

En resumen, la terapia conductual ayuda a los niños con TDAH al centrarse en la adquisición de habilidades, la estructura y la previsibilidad, factores que pueden reducir la intensidad y frecuencia de las conductas disruptivas. También brinda a las familias herramientas que funcionan más allá de las sesiones, creando un entorno diario más estable y favorable.

Reflexión Final

El TDAH no se manifiesta igual en todos los niños, por lo que la atención efectiva debe adaptarse a cada caso, no generalizarse. En RenaSer, sabemos que el verdadero progreso comienza con una evaluación clara. A través de un análisis completo y una terapia enfocada en el comportamiento, ofrecemos a las familias herramientas prácticas para enfrentar los retos del día a día con mayor seguridad. Ya sea que se trate de mejorar las rutinas en casa, manejar conductas en la escuela o desarrollar habilidades esenciales, nuestro objetivo es generar cambios reales y sostenibles. Con la estructura y el apoyo adecuados, los niños con TDAH pueden adquirir las herramientas que necesitan para desenvolverse con más independencia en su vida diaria.

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¿Qué es una Clínica ABA?