Tipos de Trastornos del Espectro Autista
Cuando las familias escuchan por primera vez sobre el Trastorno del Espectro Autista (TEA), una de las preguntas más comunes es: ¿Cuáles son los diferentes tipos de autismo? La respuesta es más compleja de lo que parece. A lo largo de los años, los profesionales han utilizado distintos sistemas para clasificar el autismo, desde etiquetas antiguas como el síndrome de Asperger y el PDD-NOS hasta las clasificaciones actuales del DSM-5, que agrupan el autismo en un solo espectro con diferentes niveles de apoyo. Recientemente, nuevas investigaciones incluso han sugerido la existencia de subtipos genéticos, lo que añade otra capa a nuestra comprensión.
Conocer cómo han evolucionado estas clasificaciones es importante porque determinan la manera en que los niños son diagnosticados, cómo se diseñan los planes de apoyo y qué servicios pueden recibir las familias. Muchos padres se sienten confundidos por las etiquetas obsoletas o se preocupan por lo que un diagnóstico realmente significa para el futuro de su hijo. Al explorar tanto la historia como los hallazgos más actuales, las familias pueden obtener mayor claridad y sentirse mejor preparadas para defender las necesidades de sus hijos.
En esta guía explicaremos los tipos de trastornos del espectro autista: desde las categorías más antiguas del DSM-IV hasta los niveles de severidad del DSM-5 y los últimos descubrimientos en genética. Ya seas padre, cuidador o alguien que simplemente busca entender mejor el autismo, este artículo te dará una visión clara y basada en evidencia.
¿Qué es el Trastorno del Espectro Autista (TEA)?
El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es una condición del neurodesarrollo que influye en cómo una persona se comunica, aprende e interactúa con los demás. Muchas familias escuchan el término “espectro” y se preguntan qué significa. La palabra indica que el autismo no es un diagnóstico único y uniforme, sino un rango amplio de presentaciones, habilidades y necesidades de apoyo. Un niño puede tener un buen desarrollo del lenguaje pero dificultades sociales, mientras que otro puede presentar grandes retos tanto en la comunicación como en la vida diaria. Todos estos perfiles forman parte del espectro.
Desde un punto de vista clínico, el TEA se define por diferencias en la interacción social, conductas restringidas o repetitivas y particularidades en el procesamiento sensorial. Sin embargo, estas características pueden manifestarse en innumerables combinaciones, razón por la cual comprender las clasificaciones es tan importante. A lo largo del tiempo, los profesionales han utilizado distintos sistemas para describir el autismo, desde categorías antiguas como el síndrome de Asperger hasta el marco actual del DSM-5. Conocer esta evolución ayuda a padres y cuidadores a comprender mejor las fortalezas y desafíos únicos de sus hijos.
En RenaSer creemos que aprender sobre las diferentes formas en que se ha descrito el autismo brinda poder a las familias. Más que enfocarse en etiquetas rígidas, lo importante es entender cómo cada clasificación se relaciona con el apoyo e intervención. Al comprender tanto la perspectiva histórica como la actual, los padres pueden afrontar el proceso de diagnóstico con mayor claridad y confianza.
Clasificaciones históricas: DSM-IV
Antes de 2013, el autismo no se definía como un único espectro. El DSM-IV, manual utilizado por los profesionales de la salud mental, incluía varios tipos distintos bajo la categoría de Trastornos Generalizados del Desarrollo (TGD). Estos eran: Trastorno Autista (también llamado Autismo de Kanner), Trastorno de Asperger, Síndrome de Rett, Trastorno Desintegrativo Infantil y Trastorno Generalizado del Desarrollo No Especificado (PDD-NOS).
Para muchas familias, estas etiquetas fueron un primer punto de referencia para comprender las necesidades de sus hijos. Sin embargo, los clínicos a menudo discrepaban sobre qué tipo aplicar, y dos niños con el mismo diagnóstico podían mostrar perfiles muy diferentes. Esta falta de consistencia llevó a los expertos a replantearse si dividir el autismo en múltiples categorías era realmente la mejor manera de diagnosticar y tratar. A continuación, explicamos cada una de ellas.
Trastorno Autista (Autismo de Kanner)
El Trastorno Autista, también conocido como Autismo de Kanner, fue una de las primeras formas de autismo reconocidas. Recibió su nombre del Dr. Leo Kanner, quien describió la condición en la década de 1940. Los niños diagnosticados con este tipo presentaban desafíos significativos en la comunicación, la interacción social y conductas repetitivas. Muchos también experimentaban retrasos en el desarrollo del lenguaje, lo que dificultaba expresar sus necesidades o participar en conversaciones. Este perfil representaba lo que muchos solían considerar el “autismo clásico”.
Para las familias, recibir este diagnóstico era una mezcla de claridad y preocupación. Por un lado, explicaba por qué un niño no respondía a su nombre, no establecía contacto visual o no mostraba interés en jugar con sus pares. Por otro, generaba dudas sobre cómo sería el futuro en términos de escolarización, independencia y relaciones. En ese entonces, a muchos padres se les aconsejaba esperar grandes dificultades a largo plazo sin mucho énfasis en las fortalezas individuales.
Hoy en día, el término “Autismo de Kanner” ya no se utiliza en diagnósticos oficiales, pero su importancia histórica permanece. Sirvió como base para las investigaciones iniciales y permitió a los profesionales identificar patrones que más tarde ampliarían la comprensión del espectro. Actualmente, los niños que en su momento habrían recibido este diagnóstico se reconocen bajo la categoría unificada de Trastorno del Espectro Autista (TEA).
Trastorno de Asperger
El Trastorno de Asperger se consideraba un tipo distinto de autismo, caracterizado por un buen desarrollo del lenguaje acompañado de dificultades en la comunicación social. A diferencia del Autismo de Kanner, los niños con Asperger solían adquirir el habla dentro de la edad esperada, pero enfrentaban problemas para comprender normas sociales, hacer amistades o mantener conversaciones recíprocas. Además, mostraban intereses muy específicos y una marcada preferencia por las rutinas.
Para las familias, el diagnóstico de Asperger resultaba tanto útil como confuso. Por un lado, aclaraba por qué un niño muy verbal e inteligente tenía problemas en entornos sociales o escolares. Por otro, alimentaba la idea equivocada de que estos niños estaban “menos afectados” o no necesitaban apoyo. En la realidad, muchos de ellos experimentaban ansiedad, hipersensibilidad sensorial o dificultades en funciones ejecutivas que afectaban su vida diaria.
Con la llegada del DSM-5, el Asperger dejó de considerarse un diagnóstico independiente. Hoy, quienes antes recibían esta etiqueta forman parte del espectro autista y pueden ubicarse entre el Nivel 1 y el Nivel 2 según sus necesidades de apoyo. Aunque el término ya no es oficial en la práctica clínica, muchas personas siguen identificándose con él porque refleja su experiencia personal y la forma en que se relacionan con la comunidad autista.
Síndrome de Rett
El Síndrome de Rett es un trastorno neurológico poco común que en su momento se incluyó dentro del espectro autista, aunque hoy se reconoce como una condición distinta. Está causado por mutaciones en el gen MECP2 y afecta principalmente a niñas. Los niños con Rett suelen desarrollarse con normalidad durante los primeros 6 a 18 meses de vida, tras lo cual comienzan a perder habilidades adquiridas como el lenguaje, la motricidad y el uso de las manos. Esta regresión suele ser muy impactante para las familias, que al inicio veían un desarrollo típico.
Los síntomas incluyen movimientos repetitivos de las manos, problemas de equilibrio y coordinación, así como un crecimiento más lento del cerebro y la cabeza. A diferencia de otros tipos de autismo, el Rett cuenta con marcadores genéticos claros, lo que llevó a su reclasificación como un trastorno independiente. Sin embargo, como las primeras señales se parecen al autismo—pérdida del habla o aislamiento social—fue incluido originalmente dentro del espectro.
En la actualidad, el Síndrome de Rett no se considera un tipo de autismo, sino una condición propia con planes de atención especializados. Aun así, comparte necesidades de apoyo con el TEA, como terapias del habla, terapia ocupacional e intervenciones conductuales para mejorar la calidad de vida.
Trastorno Desintegrativo Infantil (TDI)
El Trastorno Desintegrativo Infantil (TDI) fue una de las condiciones más raras y severas del DSM-IV. Los niños con TDI solían desarrollarse con normalidad durante al menos los dos primeros años de vida, aprendiendo a hablar, moverse y relacionarse. Entre los 2 y 4 años, sufrían una regresión repentina, perdiendo habilidades previamente adquiridas. Esta pérdida drástica solía dejar a las familias en estado de shock, buscando respuestas.
La regresión podía afectar múltiples áreas: lenguaje, control de esfínteres, juego y coordinación motora. A diferencia del Rett, no había una explicación genética clara, lo que hacía el trastorno aún más desconcertante para los investigadores. La pérdida tan marcada de habilidades requería apoyos intensivos y de por vida, con conductas similares a otras formas de autismo.
Hoy en día, el TDI ya no se considera un diagnóstico separado. Los niños que antes habrían recibido esta etiqueta se clasifican bajo el TEA. Este cambio refleja la comprensión actual de que el autismo puede incluir tanto retrasos en el desarrollo como regresiones, y que separar al TDI no mejoraba la atención ni los resultados.
Trastorno Generalizado del Desarrollo No Especificado (PDD-NOS)
El Trastorno Generalizado del Desarrollo No Especificado (PDD-NOS) se utilizaba cuando un niño mostraba rasgos claros de autismo pero no cumplía con todos los criterios para otro diagnóstico. Se le conocía como un “cajón de sastre” porque abarcaba una gran variedad de perfiles. Por ejemplo, un niño con ligeros retrasos en el lenguaje y dificultades sociales podía recibir esta etiqueta si no encajaba del todo en Asperger o Autismo de Kanner.
Para las familias, este diagnóstico resultaba confuso. Confirmaba que había diferencias en el desarrollo, pero no aclaraba qué significaban ni cuán graves podían llegar a ser. Esa ambigüedad complicaba el acceso a servicios, ya que en ocasiones escuelas o seguros dudaban de la “seriedad” de la condición. Muchos padres se sentían atrapados en un área gris sin respuestas claras.
Con el DSM-5, el PDD-NOS fue eliminado y reemplazado por un diagnóstico unificado de TEA. Este cambio permitió reconocer a más niños dentro del espectro y garantizarles apoyos consistentes. Para las familias, supuso mayor claridad y menos incertidumbre.
Transición al DSM-5
En 2013, el DSM-5 redefinió el autismo como una sola condición: el Trastorno del Espectro Autista. La decisión se tomó porque las categorías anteriores eran inconsistentes y se solapaban. En lugar de preguntar “qué tipo” tenía un niño, el enfoque pasó a reconocer que el autismo es un espectro que puede variar de leve a severo.
El DSM-5 agrupó en un solo diagnóstico al Trastorno Autista, el Asperger y el PDD-NOS. El Síndrome de Rett y el Trastorno Desintegrativo Infantil ya no se incluyeron. Con esto, se creó un marco más claro y uniforme para profesionales y familias.
Para los padres, este cambio pudo resultar confuso, sobre todo si su hijo había sido diagnosticado con Asperger o PDD-NOS. Hoy esos términos aún se usan de manera informal, pero el diagnóstico oficial siempre será TEA. Este enfoque unificado asegura que los niños reciban servicios según sus necesidades y no según una etiqueta específica.
Niveles de severidad en el DSM-5
En lugar de dividir el autismo en varios tipos, el DSM-5 introdujo tres niveles de severidad que indican cuánta ayuda requiere la persona en la vida diaria:
Nivel 1 – Requiere apoyo: Dificultades notorias en la interacción social o en la flexibilidad, pero logran manejarse con asistencia mínima.
Nivel 2 – Requiere apoyo sustancial: Las dificultades son más evidentes y se necesita ayuda significativa en comunicación, adaptación y habilidades sociales.
Nivel 3 – Requiere apoyo muy sustancial: Desafíos severos en la comunicación y la conducta, con necesidad de apoyo constante e intensivo.
Es fundamental recordar que estos niveles no son etiquetas permanentes. Un niño puede necesitar más apoyo en ciertas etapas y menos en otras. Con intervenciones tempranas y terapias consistentes, muchos logran avances notables. En RenaSer resaltamos esta visión dinámica y nos enfocamos en el crecimiento, no en las limitaciones.
Etiquetas obsoletas: alto y bajo funcionamiento
Fuera del ámbito clínico, aún se escuchan expresiones como “autismo de alto funcionamiento” o “autismo de bajo funcionamiento”. Aunque fueron comunes en el pasado, hoy se desaconseja su uso porque simplifican en exceso las capacidades de la persona y pueden ser engañosas.
Por ejemplo, un niño considerado “alto funcionamiento” puede hablar fluidamente pero tener ansiedad intensa o dificultades sociales. Por el contrario, alguien etiquetado como “bajo funcionamiento” puede tener problemas de lenguaje verbal pero destacar en memoria o resolución de problemas. Estas etiquetas corren el riesgo de minimizar los retos reales y pasar por alto los talentos.
Actualmente, los profesionales prefieren enfocarse en las necesidades de apoyo individuales. Cada persona con TEA tiene un perfil único, y el progreso se mide en función de qué tanto responden las intervenciones a esas necesidades. En RenaSer animamos a las familias a dejar atrás etiquetas estigmatizantes y a adoptar una visión más personalizada del desarrollo de sus hijos.
Nuevos subtipos genéticos: 4 hallazgos recientes
En 2025, investigadores descubrieron que el autismo podría dividirse en cuatro subtipos genéticos distintos. Los hallazgos, basados en estudios de gran escala de datos genéticos y conductuales, sugieren que existen diferentes vías biológicas que influyen en los rasgos autistas.
Cada subtipo genético parece presentar características únicas, como variaciones en la interacción social, el procesamiento sensorial o la presencia de otras condiciones médicas. Aunque esta línea de investigación está en fases iniciales, abre la puerta a terapias más personalizadas. En el futuro, los tratamientos podrían ajustarse al perfil genético de cada niño en lugar de aplicar un enfoque generalizado.
Para las familias, esta investigación refuerza una idea clave: el autismo es diverso y no hay dos niños iguales. El hallazgo de subtipos genéticos no reemplaza la clasificación del DSM-5, pero sí ofrece esperanza de intervenciones más precisas en los próximos años. En RenaSer nos mantenemos al día con estos avances científicos para que las familias se beneficien del conocimiento más actualizado.
Por qué estas clasificaciones son importantes para el diagnóstico y el apoyo
Quizás te preguntes por qué es tan relevante la evolución de estas clasificaciones. La realidad es que la definición del autismo impacta directamente en el acceso a servicios, apoyos educativos y cobertura de seguros. Cuando el autismo se dividía en múltiples tipos, algunas familias tenían más dificultades para acceder a recursos. Con el diagnóstico unificado del DSM-5, se simplificó este proceso y se amplió la cobertura de apoyo.
Los niveles de severidad también son útiles para personalizar la intervención. Por ejemplo, saber que un niño requiere “apoyo sustancial” ayuda a educadores y terapeutas a diseñar planes individualizados. Al mismo tiempo, dejar de usar etiquetas obsoletas preserva la dignidad y resalta el potencial en lugar de enfocarse en limitaciones.
Finalmente, las investigaciones sobre subtipos genéticos abren la posibilidad de una atención aún más personalizada en el futuro. Las familias que comprenden estos cambios pueden defender mejor a sus hijos, hacer preguntas más informadas y elegir terapias que se ajusten a las características únicas de cada niño. En RenaSer creemos que la educación es el primer paso hacia el empoderamiento.
Conclusión
La manera de clasificar el autismo ha cambiado de forma significativa con el tiempo: desde las categorías separadas del DSM-IV, pasando por el diagnóstico unificado del DSM-5, hasta los recientes descubrimientos sobre subtipos genéticos. Estos cambios revelan lo complejo y variado que es el espectro, recordándonos que no existen dos personas autistas exactamente iguales.
Para padres y cuidadores, estos términos y niveles no deben interpretarse como límites, sino como guías de apoyo. Ya sea que un niño necesite ayuda mínima, asistencia intensiva o pueda encajar en un subtipo genético en el futuro, lo esencial es reconocer su individualidad y garantizarle las herramientas necesarias para desarrollarse.
En RenaSer estamos comprometidos a acompañar a las familias en cada etapa de este camino. A través de terapias ABA compasivas y basadas en evidencia, adaptamos la atención a las fortalezas y desafíos de cada niño. Si buscas claridad, apoyo o una orientación personalizada, nuestro equipo está aquí para brindarte la experiencia y el cuidado que tu familia necesita.